Cuando pensamos en los libros, películas o canciones que nos gustan, solemos descuidar el hecho de que esa cultura es diseñada, producidad, publicitada y distribuida industrialmente. Seguimos instalados en la idea de la creación como arrebato de inspiración libérrima, sin caer en la cuenta de las mediaciones que se interponen entre el autor y nosotros. Quienes han soispechado esa mediación han pretendido salvar sus propias opciones distinguiendo entre productos para las masas y obras de las musas. Pero una sociedad industrial, que ha convertiudo la cultura toda en producto de consumo, no puede seguir manteniendo la ficción de esa diferencia irreductible que separa a los muchos malos de los pocos buenos: la cultura industrial produce en masas y también produce en gamas. Lo característico de las industrial culturales (la editorial, la discográfica, la cinematográfica, la televisiva, las nuevas tecnologías) no es inundar el mercado con productos de baja calidad que barren a los productos selectos, sino hacer rentable esa diferencia de nivel. Este libro interesará a quienes no sólo consumen cultura, sino que también se preguntan por el sentido de ese consumo. Podrá iluminar tanto a quienes se resignan a consumir también cultura (advirtiéndoles de que ese consumo no es necesariamente el punto final), como a quienes, pareciéndoles de mal gusto mezclar la cultura con el consumo, se creen ajenos a las urgencias venales de los productos de cultura.