Yo creo que Banksy eres tú es un libro que puede leerse como una sinfonía. Las nubes, los cirrostratos, bailan por John Cage y comparten espacio con bandadas de estorninos que chiclean formas imposibles. También las vidas que aquí aparecen suenan, y nos suenan: fragmentos de las de Miranda July, Xavier Dolan o Dolly Parton, todas sufren alguna disonancia. Uno de los personajes aclara: «Me agarro a la música. Si no, vomitaríamos todos. Si no, nos moriríamos». Y entre todos ellos, un tipo con sudadera, capucha y botas, que atiende al nombre de Banksy y que no quiere ser dios.

El graffitero funciona como una especie de cuerpo errante en cuya ruta suceden cosas. Es posible que la lluvia caiga al revés, o que los personajes leviten en lo alto de una montaña. Es lo mismo que pasa con la razón, que queda suspendida al leer los textos, relatos que directamente embisten al raciocinio y se encuentran más cómodos en el espacio entre el sueño y la extrañeza. Hay momentos —raros— de paz y armonía pero, incluso en ellos, también se intuye el misterio. Música y misterio. Con eso se trenza el libro que firma Remate.

En algunos momentos no sabemos si estos seres viven porque les roza Banksy, o es él quien adquiere existencia al enlazarse con ellos. En todo caso nos encontramos ante un mosaico, un fresco puntillista sonoro, un collage de vidas con sus situaciones corrientes y sus momentos estrafalarios. «Para un músico el silencio absoluto es el verdadero folio en blanco», se dice en otra ocasión. Por tanto, quizá sea más apropiado hablar no de un libro, sino de un pentagrama vivencial construido a base de staccatos.