¡Viva la verdadera amistad! es la historia de una relación bilateral que no solo desafió al sentido común e incluso a la ideología, también se puede considerar como una de las más positivas y dinámicas entre Chile y España durante la segunda mitad del siglo XX, al menos hasta la redemocratización chilena a partir de 1990.

Tradicionalmente, la política exterior de la Unidad Popular se ha interpretado desde dos ópticas contrapuestas: como la búsqueda de un realineamiento de corte socialista e inspiración marxista o como expresión de un pragmatismo de principios, en consonancia con las ideas progresistas propias de la época. La relación establecida entre el Chile de Allende y la España de Franco ofrece un inmejorable contrapunto a ambas. Desde el final de la Guerra Civil, el franquismo representó para la izquierda chilena la pervivencia del fascismo derrotado durante la Segunda Guerra Mundial. Esta persistente imagen no era un secreto para nadie en Madrid y, por lo tanto, el triunfo de la Unidad Popular debía lógicamente desembocar en una relación tensa o derechamente hostil. Sin embargo, entre 1970 y 1973, el entendimiento hispano-chileno alcanzó una intensidad prácticamente desconocida. La ideología no fue la coordenada que hizo inteligible la relación: el encuentro se da en torno a intereses, pero también desde la perspectiva de las ideas. La coincidencia fundamental entre dos países, en las antípodas ideológicas, fue una visión común del papel del Estado, un Estado planificador, dueño de las principales industrias estratégicas y protector de la industralización.