Las razones para valorar una empresa son de muy diversa índole, tales como, la compraventa por un tercero que desea adquirir todo o parte de la misma, debido a una ampliación de capital en donde es necesario asignar un valor previo a la empresa, incluso como resultado de conflictos accionariales entre los socios ante lo cual hay que fijar un valor que permita dar salida a estos socios. En general, cuando se valora una empresa existe un valor económico y un valor financiero. La utilización del valor económico se debe, por un lado, al sólido concepto de propiedad, que inspira el conocimiento del valor de la empresa para los propietarios. Y de otro, a la existencia de una minoría, todavía de pequeñas y medianas empresas, que han desarrollado el concepto de valor para la gestión. Es decir, el valor económico se utiliza para conocer cuál es el valor actual del capital invertido en la empresa, al margen de su financiación y para saber cómo varía el valor en atención a las distintas variables y factores que influyen en el mismo. En la actualidad se ha pasado de una visión puramente económica en la que lo que primaba era el resultado de la entidad a una perspectiva financiera en la que lo predominante es la valoración de los activos y pasivos. Esto es, el valor actual de los flujos de tesorería que los propietarios de la empresa esperan obtener a lo largo de la vida del negocio.