Tomás Guido ha pasado por la historia argentina, según lo expresó Clemente Fragueiro, como un personaje "oscurecido". No poco tuvieron que ver en ese olvido las pasiones políticas. Se lo conoce en el mejor de los casos, como un cercano colaborador de San Martín durante la campaña de los Andes. Pero tuvo, durante medio siglo de actuación pública, gravitación importante en los sucesos que conmovieron al país durante ese largo período signado por las luchas de la independencia y los desgarrantes conflictos civiles. Participó diplomáticamente en los acuerdos de paz con Brasil en 1827, enfrentó con habilidad y firmeza las pretensiones de Inglaterra y Francia y las intrigas del Imperio brasileño entre los años 1840-1850 y, además, fue eficaz mediador en un litigio entre Paraguay y los Estados Unidos que mostraba intereses expansivos en tierras tan cercanas. No fue solo "el lancero" de San Martín, como éste gustaba llamarlo, fue decisiva su influencia en el cruce de la cordillera y ante las pretensiones del Directorio que instaba el regreso del Ejército de los Andes para defender su agónico poder. Fue hombre de la Confederación y senador en el Congreso de Paraná. Urquiza quiso siempre tenerlo a su lado. Le horrorizó la anarquía y defendió siempre la legalidad frente a los golpes de Estado. Defendió con inteligencia el derecho argentino sobre las islas Malvinas y propuso el poblamiento de nuestras desoladas tierras australes. Sufrió el exilio, las largas ausencias lejos de su familia, en fin, sirvió al país más que a sí mismo. Conocer su vida, es adentrarse en una personalidad fundamental de cincuenta años de historia argentina.