En cada época, el historiador se esfuerza por conciliar la exigencia de objetividad con la necesidad de reinterpretar el pasado a la luz del presente. ¿Pero cómo se enfrenta al ahora, a lo que está siendo? En estas páginas, la renombrada historiadora francesa Arlette Farge reflexiona justamente sobre la responsabilidad del historiador ante el presente: intentar comprender la crueldad, la violencia o las guerras actuales sin considerarlas resultados de lo irracional es también tratar de explicar los mecanismos de racionalidad que las ha generado. Durante largo tiempo, sostiene la autora, las emociones humanas han sido relegadas casi exclusivamente al ámbito de lo fisiológico, pero el sufrimiento no es, no puede ser, anecdótico: constituye un acontecimiento singular y, por lo mismo, un momento de historia. Así, la opinión de la gente, la palabra individual y colectiva, y las diferencias de los roles sexuales forman parte de los lugares políticos de la historia.