En este libro se reafirma que la reforma es la mejor forma de defender políticamente la Carta Fundamental española de 1978 frente a quellos que pueden cuestionar su legitimidad, para lo cual -cabe añadir- se requiere prudencia y ausencia de demagogia, para no atribuir efectos taumatúrgicos al Texto Constitucional y su eventual reforma. De lo contrario, la activación irreflexiva de la reforma constitucional es susceptible de articular un proceso que, más que defender y consolidar el orden y el consenso constitucionales conseguidos en 1978, tienda a subvertirlos bajo el pretexto de una supuesta nueva teoría y práctica del poder constituyente y de un nuevo constitucionalismo que seguramente no es nuevo (la dogmática constitucional admite poca reinvención) ni estrictamente constitucional (si no es indubitadamente democrático).

En fin, estimado lector, tiene en sus manos una obra excelente que está indudablemente llamada a ocupar un puesto preferente como referente insoslayable en la doctirna constitucionalista española y extranjera. Una obra que, por lo demás, constituye un exponente del rigor científico y buen hacer de su autor.