La Nardo
- ISBN: 9788475220802
- Editorial: Visor Libros
- Fecha de la edición: 2007
- Lugar de la edición: Madrid. España
- Colección: Letras madrileñas contemporáneas
- Encuadernación: Cartoné
- Medidas: 22 cm
- Nº Pág.: 121
- Idiomas: Español
Tenía un puesto de porcelanas, muebles, cacharros y ropas en la Ribera de Curtidores. Aquel puesto era de su padre, pero cuando murió, al casarse su madre con el carpintero Atanasio, se quedó ella al frente de sus cachivaches mientras su madre cuidaba el nuevo hogar. Su belleza había crecido como abonada por todo aquel conjunto de cosas, adunadas en el hondón de la Ribera. Había en su geto de hembra siempre en pie, un aire desafiador y despavorido, algo que sobrepujaba la timidez de los usuales rostros de mujer. Sus ojos eran color nicotina, como si contuviesen la nicotina de todos los abuelos, pero nicotina venenosa y ácida convertida en pasional mirada de mujer. Su blancura especial era la que le había conseguido el sobrenombre de La Nardo, con que la llamaban sus convecinas postergando su nombre de Aurelia, un poco antipático y como indebido para su belleza blanca, morena y verdadera. Era una blancura mate, sana y olorosa la suya, verdadera blancura de nardo, bordeada de esos ladillos oscuros y sonrosados que dan al nardo un nimbo carnal y que en ella eran como corteza quemada que daba la más sabrosa blancura a la franqueza de su rostro, al centro de su descote, el antebrazo de sus brazos. Guardiana del puesto veía llegar a todos, sin arredrarle ningún tipo, sin quitar los ojos de las malas miradas, aceptándolo todo como no queriendo engañarse con nada. Los curiosos la repasaban como a los objetos que la rodeaban y se veía que pensaban mirándola: "esa chuchería sí que me la llevaba yo".
Prol. Andrés Neuman