En 1474 una princesa de 23 años subió a un trono derribado, nueve años antes, por una partida de nobles que quiso proclamar a su propio candidato. Eran los mismos que no comparecieron al besamanos real en el alcázar de Segovia, y los mismos a los que la reina aplastó en los campos de Toro. Se retomaba entonces un proyecto de restauración monárquica que había entrado en crisis a causa de las rivalidades aristocráticas que enturbiaron los últimos años del reinado de Enrique IV. Los Reyes Católicos recuperaron entonces el control de los cargos cortesanos, fortalecieron el papel nuclear de la casa real como centro de poder, y aumentaron sus dimensiones y magnificencia de acuerdo a los ingresos de una hacienda en expansión, a la consolidación política de la realeza y a su enlazamiento con las dinastías reinantes en Portugal, Inglaterra y Borgoña. El mecenazgo cultural y la explosión festiva que envolvió el palacio de los reyes favorecieron al adhesión de una nobleza fascinada por el entrechocar de las lanzas, la sabiduría de los antiguos, la fantasía caballeresca y las formas corteses del amor. Aquella "mujer ceremoniosa" retomaba así las "verduras de las eras" que adornaron la vanidad aristocrática en tiempos de su hermanastro, para embellecer ahora las labras de su corona.

Este trabajo pretende reconstruir la Casa y Corte de la reina, analizar sus órganos principales, sus espacios, sus oficiales y, sobre todo, el sofisticado ceremonial que los Reyes Católicos heredaron y restablecieron en palacio.