Es la ley judía, la halajá, un legalismo cerrado a las influencias y realidades de la vida contemporánea? ¿Puede el monoteísmo judío admitir la legitimidad del pluralismo religioso y convivir con el secularismo? La respuesta de David Hartman parte del pacto en el Sinai como el hecho fundante y la experiencia central del judaísmo. Este pacto, donde la parte más fuerte cede y deja lugar a la más débil, dándole libertad e independencia, no busca una obediencia ciega ni una instalación segura en lo verdadero. No hay un determinismo en la voluntad divina ni premios ni castigos, hay libres decisiones y acciones, consecuencias y circunstancias; una tarea y una misión a realizar: hacerse cargo del sufrimiento del otro, ser una nación de santos. Según el autor, #el Sinaí dio a la comunidad una dirección, una flecha que apunta al futuro. La halajá, literalmente andar, es como un camino que no está finalizado. Invita a explorar el terreno y extender el sendero.# Para la tradición judía las normas y leyes no sólo vienen de la Torá sino también del Talmud y de las palabras habladas, que generación tras generación, y de acuerdo a las circunstancias que les toca vivir, renuevan el pacto resignificándolo. Con cada interpretación las palabras escritas revelan sentido y contemporaneidad; así el pasado se