El problema social de la denominada violencia familiar o doméstica ha alcanzado, en la actualidad, una inusitada repercusión, que la convierte en referencia obligada de debate, debate al que no es ajeno de ninguna manera, el Derecho penal, y todo ello, din duda, por las traumáticas consecuencias de todo orden que lleva aparejadas el ejercicio de esta clase de agresiones. En este sentido, el presente trabajo realiza un análisis pormenorizado de las principales novedades de la reciente Ley Orgánica 14/1999, de 9 de junio, de modificación del Código Penal de 1995, en materia de protección a las víctimas de malos tratos, y de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que ha tratado de remozar la redacción típica del artículo 153 del vigente texto punitivo que, a lo que parece, en su configuración inicial, ha sido incapaz de prevenir estas conductas de violencia doméstica. Dicha reforma, en lo atinente, exclusivamente, al señalado artículo 153, introduce la violencia psíquica como medio comisivo de la figura delictiva, colmando, así, una tradicional demanda doctrinal, así como la aspiración de colectivos implicados en tan delicada materia. Este estudio, ante la indeterminación legislativa acerca de qué deba entenderse por violencia psíquica, trata de suministrar criterios válidos para ese imprescindible ejercicio de concreción, planteando, a su vez, algunos problemas que pueden surgir en la práctica, sobre todo si se mantienen inalterados determinados razonamientos jurisprudenciales. De igual modo, la reforma de junio de 1999 aporta un concepto de habitualidad, eje sobre el que se trata de construir el tipo penal analizado, y que merece, a juicio del autor, toda clase de críticas por cuanto, primero, no debiera constituirse la habitualidad, precisamente, en ratio essendi de la figura, y, segundo, el señalado concepto suministrado por el legislador de 1999 puede suponer todo un semillero de problemas en la estricta dimensión aplicativa de la figura, para afectar, en su actual co