Esta obra presenta la visión, creencias, emociones y convicciones del autor a propósito de lo que estamos viviendo de forma cada día más clara: la sistemática y absurda destrucción de la vida en todas sus expresiones, la negación absoluta del valor de la singularidad y de la especificidad de cada fenómeno viviente, individuo, pueblo, lengua y cultura. La intuición profunda de la obra es que requerimos rediseñar nuestro proyecto civilizador. Una civilización basada en bienes que responden a los deseos estrambóticos y desquiciados de seres insensibles a la necesidad de otros es inviable, ilegítima e injusta, y por eso profundamente inmoral. Nuestra ausencia de perspectiva es lo que nos impide ver, descubrir y apreciar dónde está lo más conveniente para cada cual, que es siempre aquello que es lo más conveniente para todos. Transitar por esta perspectiva es la urgente e imprescindible tarea civilizadora. Hoy solo somos capaces de presentar intuiciones respecto a la dirección hacia la cual encaminarnos. Descubrir y diseñar los caminos por donde avanzar en esa trayectoria es una tarea que nos corresponde a todos.