A mediados del siglo XIX Bilbao era una pequeña villa comercial con una incipiente industria, que, una vez concluida la II.ª Guerra Carlista, asistió a un crecimiento económico espectacular. De la mano de la minería del hierro y de un proceso de industrialización acelerado, la estructura económica de la ría experimentó grandes cambios que se trasladaron igualmente a todo el sistema productivo. De ahí que Bilbao se convirtiese para comienzos del siglo XX en una de las metrópolis más relevantes de España y de la fachada atlántica meridional de Europa. Asimismo, tales novedades económicas implicaron notables transformaciones en lo social y en lo político, de suerte que podemos hablar de una estrecha vinculación entre industrialización y modernización. Modernización que se dejó sentir en el fuerte incremento de la población, en la primera expansión urbana, en el surgimiento de un nuevo sistema de partidos y en la aparición de novedosas formas de sociabilidad y de ocio.

Durante la Guerra Civil Bilbao se convirtió incluso en la efímera capital de un País Vasco autónomo, hasta su toma por las tropas franquistas en 1937. Desde entonces muchas cosas cambiaron, sobre todo en los planos político y social, aunque no así en lo económico, donde la ría volvió a gozar de un desarrollo económico excepcional, hasta la grave crisis de los setenta que vino a poner fin al denominado siglo industrial. Momento a partir del cual hubo que empezar a sentar las bases del nuevo Bilbao del siglo XXI, en medio de una dolorosa reconversión industrial, de un clima inédito de violencia política y de grandes programas de inversión pública que han supuesto, a la postre, cambiar la fisonomía de la ciudad hasta el extremo de convertirse en un destino turístico internacional, dentro de ese fenómeno llamado la nueva era del turismo.