El trabajo sin salario fue sistemáticamente excluido de los análisis macro y microeconómicos. El empleo (asalariado), que cobró gran importancia a partir del capitalismo está en retroceso. En cambio el trabajo se mantiene estable. Y aún ha aumentado. Por el momento no aparecen señales de que vaya a decrecer. La gran cuestión de los análisis económicos es que dejan al margen el trabajo no asalariado. En cambio valorizan el empleo, el salario, el capital financiero, el mercado, los negocios. Ocultan entonces un conjunto de relaciones sociales que tienen una importancia decisiva no sólo en la estructura y dinámica del mercado laboral sino en las posibilidades y consecuencias de las medidas que se proponen. El trabajo doméstico integrado a los análisis macro y microeconómicos modifica profundamente los análisis que los economistas se empeñan en promover o descalificar según el modelo que aceptan: clásico, liberal, neoliberal, marxista. Al mismo tiempo se pone de relieve la globalidad de lo social, más allá de los mercados libres o regulados. No se trata de repartir los empleos sino también los trabajos como cuestión fundamental en la construcción de nuevos esquemas de organización de la vida de los seres humanos, sus tiempos, sus actividades. En nuestra sociedad hay distintos tipos de trabajos y empleos. Todos deben ser equitativamente repartidos. Sean realizados en el espacio privado de la casa o en el espacio público del salario. Se trata entonces de incorporar al análisis de la economía la gran fracción de trabajo que las mujeres realizan en la producción-reproducción y conservación de la especie. A partir de la incorporación de las mujeres, el trabajo no asalariado de las mujeres, surgen nuevas soluciones no ya solamente para ellas sino para el conjunto social. Frente a la crisis social que abarca a gran parte de los habitantes humanos del planeta se impone una reconsideración de los trabajos a partir de lo que está sucediendo en el empleo, pues éste es sólo una par