La destrucción del patrimonio histórico-artístico durante los primeros meses de la Guerra Civil se ha afrontado casi siempre desde la óptica de “lo destruido”, por lo que es un fenómeno parcialmente desconocido. Este libro avanza en el porqué de esos actos, más allá de la clerofobia irracional que atribuyó la historiografía franquista al bando republicano perdedor. En cuanto a los hechos, es preciso estudiar los conflictos desde la proclamación de la II República para asimilar los antecedentes y enfrentamientos en torno al laicismo, ahondando así en las mentalidades y complejas relaciones surgidas del clima hostil y convulso de muchas poblaciones de Ciudad Real en la década de los treinta. Este estudio relaciona las tensiones surgidas hasta 1936 y el ataque al patrimonio religioso como causa-efecto en la retaguardia republicana. El autor afronta, sin anacrónicas valoraciones orales, las tensiones que posteriormente se tradujeron en ataques iconoclastas. La calle fue entendida en este tiempo como un espacio en pugna que los grupos políticos emergentes intentaron arrebatar a sectores conservadores apoyados en tradiciones religiosas.