El sitio de Gerona de 1809 fue uno de los episodios más asombrosos que protagonizaron los españoles durante la Guerra de Independencia (1808-1814). La ciudad, tras resistir dos intentos de ocupación por parte del ejército imperial francés, soportó un tercer ataque que duró más de ocho meses y que terminó, después de una agonía casi numantina, con la rendición de la plaza. Al pueblo de Gerona, a las fuerzas militares que guarnecieron la ciudad y a los tercios de migueletes que se unieron a socorrerla frente a un enemigo temible y poderoso se debe tal hazaña. También, cómo no, al controvertido general Álvarez de Castro, alma de la defensa y líder indiscutible de la plaza. Su actuación en este episodio, alabada y magnificada en un primer momento, fue posteriormente relativizada por parte de la historiografía, desdibujándose un tanto la visión épica de los acontecimientos hasta llegar a deslucir casi completamente la figura del general granadino. Por ello, aprovechando la conmemoración del Bicentenario, se ha querido realizar en estas líneas una desapasionada, del todo necesaria, revisión del personaje y de su papel en la defensa de Gerona.