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Vía de la Plata. Sevilla-Santiago: 1000 km a pie

Vía de la Plata. Sevilla-Santiago: 1000 km a pie
Tramo II: Cáceres- Salamanca 225 km

  • ISBN: 9788487649196
  • Editorial: Ara Ediciones
  • Lugar de la edición: Madrid. España
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 22 cm
  • Nº Pág.: 110
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
19,00 €
Sin Stock. Disponible en 7/10 días.

Resumen

El tramo II:
A poca distancia de Cáceres, Casar de Cáceres ofrece al caminante la posibilidad de degustar un producto mundialmente conocido: la torta del Casar.
Desde esta población, el sendero transcurre por lomas de escasa vegetación arbórea que llevan a cruzar por sendos puentes los cauces de los ríos Almonte y Tajo, principales proveedores del embalse se Alcántara, también conocido como pantano de Alconétar por el puente y pueblo que quedó sepultado bajo las aguas.
Desde allí el terreno empieza a elevarse, y tras Cañaveral se reencuentra de nuevo el bosque y más tarde las cañadas reales que llevan hasta las ruinas romanas de la ciudad de Cáparra, que, tendida en medio del monte, sin edificaciones modernas que la circunden, hace que el ánimo se sienta más cerca de lo que fue su historia… y su final.
Después de las piedras milenarias, el valle del Ambroz lleva hasta las estribaciones de la Sierra de Béjar, y, con los restos de la calzada romana que, desde Baños de Montemayor, casi salvan el puerto de Béjar, se abandona Extremadura y se entra en la provincia de Salamanca por un paisaje hermosamente arbolado, de frescos e intensos matices de verde la mayor parte del año, por un sendero en su inicio bordeado de castaños.
Poco a poco, los robles van imponiéndose, y el bosque llega hasta Fuenterroble de Salvatierra, desde donde una ancha cañada real se dirige a Salamanca salvando la única gran altura de la zonal el pico Dueñas, cuya cumbre sirve de amplio mirados para calibrar lo que serán las andaduras posteriores: la extensa y llana estepa castellana.
Salamanca, sinónimo por excelencia de Universidad, la ciudad de las dos catedrales donde el Siglo de Oro aún se abraza a sus paredes antiguas, recibe al caminante con una invitación a detenerse de nuevo y a recrearse por sus calles y plazas.

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