Se suele hablar de la lengua de Shakespeare. Esta obra demuestra que también podría hablarse del "derecho de Shakespeare". Poeta nacional que forja la novela política y jurídica de la nación inglesa en el punto crucial del Renacimiento, Shakespeare es el arquetipo de esos "legisladores ocultos" de los que habla Shelley. Hoy citado con frecuencia por la Corte suprema de los Estados Unidos, Shakespeare se ocupa de algunas de las cuestiones jurídicas más fundamentales: entre el espíritu y la letra de la ley, entre equidad y formalismo jurídico, ¿qué elegir? ¿De qué legitimidad pueden jactarse los príncipes? Entre lo verdadero, lo falso y lo verosímil, ¿por dónde pasa la verdad legal? ¿Las leyes penales están hechas para ser aplicadas? Entre venganza y perdón, ¿cómo equilibrar la balanza de la justicia? Estas cuestiones, Shakespeare no las trata a la manera de una manual de derecho, las pone en escena mediante la gracia del teatro. Sus piezas son laboratorios de las pasiones jurídicas: la falsedad es rastreada detrás de las apariencias; bajo el manto de lo legal, es denunciado lo injusto.
Efectuando un recorrido errático por un patrimonio literario monumental, este libro se demora en seis obras maestras cuyo abordaje jurídico revela dimensiones insospechadas: El mercader de Venecia, Medida por medida, Ricardo II, Julio César, Hamlet y Rey Lear. La humanidad entera es convocada al círculo mágico del Globo; lo que da a luz esa formidable Comedia de la Ley, que se juega en el crisol hirviente del teatro isabelino, es nada menos que nuestra modernidad.