¿Fue España cuña de civilizaciones hoy desaparecidas? Es probable, aunque está pendiente de demostrar. Lo que está fuera de dudas es que, por su historia y por el peculiar modelado de la concienmcia de sus gentes, España tiene su propia personalidad en el concierto de las naciones. En especial, el tira y afloja de ocho siglos de confrontación con el islam forjaron el temple y las ideas que, a renglón seguido, harían más fácil la genuina aculturación de todo un continente. «De la naturaleza de su país, ha escrito Pierre Vidal, han sacado los españoles su pasión por la independencia, su valor guerrero y su ascetismo, su gusto por la dominación política y su desprecio por la ganancia mercantil, su aspiración a hacer o mantener la unidad del grupo humano de la Península». ¿Es ello suficiente para otorgar un especial carácter a la razón vital de España? Sí para ilustrar políticas de acción; nunca para «dormirse en los laureles», a los que, ya en el siglo XXI, pretende llevarnos la demagogia de cualquier color. La tiranía de la demagogia es, probablemente, el más sutil y peligroso de los virus que amenazan la supervivencia de una sociedad en libertad: palabras, palabras, infinitas palabras... solamente palabras que flotan por encima de la realidad a caballo de medias verdades. Urgía ir al fondo de la cuestión sobre lo que somos y podemos ser: ese es el desafío al que quiere responder este libro.