Roy Campbell fue poeta de acción, hombre de raza, converso católico al que no le importó sacrificar su carrera literaria y buscarse enemigos por defender causas justas y la política en la que mejor supo desenvolverse, sus amigos. Y todo lo desarrolló a capa y espada, con ese profundo sentimiento romántico propio del héroe byroniano y la nobleza de un corazón al que añadió la fuerza de unos valores adquiridos tras su conversión al catolicismo en Altea, su primera estancia en Toledo y una enérgica defensa de España, sus costumbres y grandes escritores en el mundo anglosajón tras el estallido de la Guerra Civil Española. Escritor, pescador, cazador, rejoneador, tratante de caballos, periodista, soldado, bedel, legionario de mundo, marginado y exiliado, testigo y nómada en un siglo, el XX, abrumado por una hostilidad que intentó domar con la calidad y músculo de sus versos y la firme convicción de sentirse español de corazón, lo mínimo que podía hacer por la nación y religión que habían salvado su alma y la de su familia después de abrazar la fe católica.