Sabemos poco del pasado y buena parte es mentira. Tenemos una inmensa memoria del pasado incómodo. Qué hacer con esa memoria era lo que no sabía la generación de la Transición. Revisitar ese pasado es lo que lleva haciendo una generación de historiadores e historiadoras desde hace dos décadas, coincidiendo con el proceso conocido como recuperación de la memoria histórica. Pero el relato colectivo de ese pasado incómodo de golpe, guerra y dictadura se ha mantenido congelado en los relatos franquistas-antifranquistas pasados por el tamiz de la reconciliación en la Transición que funda el presente. Es hora de intentar construir un nuevo relato y tenemos sobrados fundamentos historiográficos para hacerlo. “Fue allí en casa de Cordón, oyéndole a Lister narrar sus hazañas militares… donde comencé a comprender que la guerra civil solo sería mitología mientras fuese cosa de ellos, de los que hicieron, y nos deshicieron, haciéndola tan mal, que solo sería historia, al fin, solo un saber práctico que nos permitiera vivir con ellas, asumiéndola críticamente, y no desviviéndonos en sus laberintos engañosos, cuando fuese cosa nuestra: de los que no la hicimos, de los que no fuimos abrumados por el peso, ideológico de tan larga leyenda de signo contradictorio…” (Jorge Semprún, Autobiografía de Federico Sánchez, 1977).