Ante nuestros ojos, los tutelares se manifiestan normalmente como seres grotescos, aunque también hermosos, buenos, perversos, lascivos…; aparecen en forma de animales, de monstruos, de bolas luminosas, de peligros de tormenta o como una suave ráfaga de viento. Pueden hacer esto y mucho más porque la manera sutil de la que están compuestos, cuando se manifiestan ante nosotros, es mucho más etérea que la nuestra. Todos estos seres son tan antiguos como la vida misma y muy anteriores al hombre, con el que conviven desde hace milenios.
Gracias a esta convivencia, los pueblos más ancestrales del mundo, aquellos que poseen grandes conocimientos sobre seres primordiales, y un contacto más estrecho con la madre naturaleza, adquirieron algunas de sus características, como ocurrió con los celtas, los germanos o los escitas.
Al tratarse de seres que tienen el don de la invisibilidad, necesitamos una adecuada preparación -­o una gran suerte­- para poder verlos, si es que tenemos ganas de hacerlo, lo cual no es siempre recomendable.