En el presente ensayo se intenta estudiar lo que el propio Maquiavelo pudo decir acerca de sus fines y de su ciencia de la política; de lo que quizá resulte que por su parte no siempre habría ratificado las interpretaciones que de él dieron sus amigos; y que los antimaquiavelos y aun los dramaturgos isabelinos no anduvieron tan caprichosamente lejos de la verdad como algunos escritores lo han supuesto. Es, pues, importante que interpretemos a Maquiavelo a la luz de sus propias intenciones confesadas y de sus propios objetivos, buscando conocer lo que sus libros significan para él mismo, y qué cambios precisos deseaba introducir en el pensamiento y en la práctica de su propio tiempo; y es probable que confundamos los puntos en discusión si nos distraemos en debatir su lugar en la historia o examinar su importancia en la época actual, dejando que nuestra apreciación de su obra quede gobernada por esta estimación. Es esencial descubrir dónde está el genio peculiar de este hombre, y descubrir cuál era en la vida real su pasión dominante; y particularmente recordar su intención declarada antes que las consecuencias históricas de su pensamiento político.