Por fortuna, la ciencia, sus aplicaciones e igualmente la tecnología, amplían y profundizan en los límites de la realidad y su consecuente comprensión. El cambio de siglo, que hasta ahora había sido acompañado de presagios mesiánicos, vaticinios cósmicos y sucesos catastróficos, supersticiosamente repetidos, ha traído consigo la tecnociencia, un nuevo formato modal, de comprender, utilizar y considerar el conocimiento científico. Además, como parece convertirse en un rasgo esencial de los grandes descubrimientos, ha remolcado, el surgimiento de nuevas cuestiones epistemológicas y potenciado el revisionismo de antiguos principios éticos, acerca de tres realidades, ficticiamente separadas por la tradición fenomenológica: el individuo, la naturaleza y la sociedad.

La tecnociencia y todas sus consecuencias anexas, permiten hoy responder a pulsiones y necesidades humanas ancestrales. Básicamente emergen dos de ellas. La predicción del futuro y El origen del ser humano. La célebre pregunta, insistentemente repetida por la filosofía: ¿qué somos, de dónde venimos y adonde vamos? ¿Tiene en estos momentos contestación?. Vivimos, en efecto, uno de los momentos históricos en los que surgen saltos cualitativos, momentos evolutivos y cambios definitivos.