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La poesía de ruinas en el Siglo de Oro

La poesía de ruinas en el Siglo de Oro

  • ISBN: 9788498955262
  • Editorial: Visor Libros
  • Lugar de la edición: Madrid. España
  • Colección: Biblioteca Filológica Hispana
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 22 cm
  • Nº Pág.: 287
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
20,00 €
Sin Stock. Disponible en 7/10 días.

Resumen

Las ruinas son uno de los temas más asentados en la poesía española del Siglo de Oro, en la que dan fe de una sensibilidad nueva que llenó de poetas los vestigios de Itálica, Sagusto o Mérida, y que produjo meditaciones sobre estas ruinas, las de Roma y las de Cartago, pero también sobre restos mucho más peregrinos, como los del coloso de Rodas o los quiméricos vestigios de la Atlántida. La poesía de ruinas produjo obras maestras como el soneto xxxiii de Garcilaso («Boscán, las armas y el furor de Marte»), la canción de Rodrigo Caro a las ruinas de Itálica («Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora / campos de soledad, mustio collado»), un célebre soneto de Quevedo («Miré los muros de la patria mía») o el ciclo de poemas lopescos a Troya.

La poesía de ruinas en el Siglo de Oro analiza esta moda relacionándola con el espíritu del momento, que se revela al tratar las ruinas de modo muy diferente al clásico o medieval, pues el énfasis en la mirada del sujeto lírico y en su interioridad resulta muy propio del mundo moderno. En la poesía áurea el poeta recrea e imagina las ruinas (a veces enterradas a sus pies o bajo las aguas del Atlántico), pero también construyen, junto a ellas, su propia subjetividad. Paradójicamente, estos poemas de descripción de ves¬tigios nos pintan un paisaje interior, totalmente teñido por las emociones de un sujeto que reflexiona sobre el tiempo como edax hominum, más que rerum. Los capítulos de este libro describen las características de la poesía de ruinas y examinan su evolución y estela desde el poema fundacional de Garcilaso, pero también reflexionan sobre la relación entre poesía y arte, entre los poemas de ruinas y las vistas de vestigios clásicos que pueblan la pintura del momento.

Prólogo de Luis Alberto de Cuenca.

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