Sin poner en entredicho la retórica de la objetividad que proponen los libros de estilo del periodismo tradicional, la presente obra no fija su mirada en esa tercera persona textual que distancia al periodista de los hechos e impregna el texto informativo de una falta de emotividad supuestamente necesaria para dar mayor credibilidad a aquello que cuenta, sino que la mirada está puesta, precisamente, en aquello que mira el periodista, y sobre todo en la manera en que el periodista mira. La subjetividad no supone un menoscabo para la veracidad de aquello que se cuenta. El periodista puede tener una actitud activa y ofrecer su propia versión de los hechos sin alterarlos, seleccionando temas con los que se siente comprometido y derramando en sus trabajos una buena dosis de creatividad, dotándolos de un estilo vivo y trepidante. El periodista, como intérprete de la realidad, no puede sustraerse a su mirada sobre las cosas. La particularidad y honestidad de esa mirada es la que hace su relato interesante y creíble para el público.