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La Granada nazarí

La Granada nazarí
(Revista Desperta Ferro. Arqueología e Historia, Nº 48, año 2023)

  • ISBN: 101095653
  • Editorial: Desperta Ferro Ediciones
  • Lugar de la edición: Madrid. España
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 28 cm
  • Nº Pág.: 65
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
7,50 €
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Resumen

El emirato nazarí de Granada (1232-1492) fue uno de los reinos peninsulares más longevos del Medievo, aunque su imagen de solidez se ha visto lastrada por aquella famosa escena de la entrega de las llaves por parte de su último monarca, Boabdil, a los Reyes Católicos. Lo cierto es que, aunque el reino no dejó de ser hostigado por los reinos cristianos en expansión –con lo que ello suponía para los habitantes de los territorios fronterizos, que vivían con la constante inquietud sobre su futuro–, la vida en el emirato se desarrolló por lo general de un modo estable y dinámico. La nazarí era una sociedad muy activa, que hizo gala de un comercio vivo que contó con una importante presencia en el Mediterráneo occidental, y de una economía rural que compaginó modos de producción orientados al autoconsumo con la explotación de productos más específicos y tan apreciados como la seda o el azúcar de caña. En el centro neurálgico del último reino de al-Ándalus, y al amparo de las cumbres de Sierra Nevada, la ciudad nazarí de Granada fue creciendo exponencialmente para albergar a una población musulmana en progresiva retirada, hasta convertirse en una de las más importantes de Europa. Alzándose en una de sus colinas, la espectacular Alhambra se erguía orgullosa como un auténtico emblema del reino, repleta de ostentosos palacios y a la vez protegida por sólidas murallas.

Auge y caída del emirato nazarí de Granada (1232-1492) por Alejandro García Sanjuán
Debido a que representa la etapa final de al-Ándalus y un periodo en el que territorialmente el dominio musulmán se había reducido a su mínima expresión, la época nazarí ha sido a veces identificada con una fase de declive o decadencia. En realidad, hay razones sobradas para cuestionar esta simplista caracterización. En primer lugar, se trata de un periodo de muy larga duración que se extiende a lo largo de más de dos siglos y medio, de tal modo que difícilmente cabría admitir una decadencia que tuviese tan extraordinaria persistencia cronológica. Más aún, a lo largo de ese tiempo, el emirato fue una entidad social y política de indudable interés histórico que revela altas cotas de vitalidad y dinamismo en muchos aspectos, así como una notable sofisticación, de la que obviamente la Alhambra es su máxima expresión.

Granada. Una ciudad renovada por Ángel Rodríguez Aguilera
Cuando en 1238 Muhammad I entró en Granada para ser reconocido sultán, la ciudad era una de las grandes urbes de la península ibérica, bien amurallada desde el siglo XI por los ziríes y reforzada por las obras de mejora que emprendieron en el siglo XII los almorávides. En cierta medida, su estructura urbana ya estaba sólidamente fijada y se iniciaba entonces un nuevo periodo de crecimiento dentro de sus murallas y de expansión extramuros, que alcanzó su máxima expresión en el siglo XV, cuando la ciudad se convirtió en el último refugio de una buena parte de la población procedente de los enclaves que iban cayendo ante la expansión castellana. El último episodio fue la Guerra de Granada (1482-1492) con el epílogo de la entrega de la capital por parte de Boabdil a los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492. La imagen que nos han transmitido los cronistas contemporáneos a este hecho histórico o los viajeros que la visitaron al poco tiempo coincide en la visión de una ciudad abigarrada y populosa que poco tenía que ver con aquella Granada que vislumbró Muhammad ibn Nasr.

Sociedad y vida cotidiana en el emirato nazarí de Granada por Raúl González Arévalo (UGR)
La sociedad andalusí es conocida por su carácter multiétnico y multicultural. Desde los tiempos iniciales de la conquista se construyó una sociedad nueva en la península Ibérica, en la que había árabes y beréberes islamizados, visigodos que se convirtieron la religión de los conquistadores (conversos o mawali) y otros que conservaron la fe cristiana (mozárabes), además de la presencia siempre constante y minoritaria de los judíos. Estos grupos étnicos y religiosos formaron parte de una nueva construcción social en la que hubo numerosas tensiones y enfrentamientos a lo largo de los siglos.

El esplendor comercial del reino nazarí de Granada por Adela Fábregas García (UGR)
En 1334 el mallorquín Jaume Manfré era acusado de colaborar con genoveses y nazaríes en plena guerra. Manfré, mercader especializado en el comercio con Granada, habría adquirido en Mallorca una coca con la intención de entregarla en Almería a los ligures, con quienes había colaborado anteriormente –incluso había residido en su alhóndiga–, y a granadinos, que, sospechaban, serían copropietarios de la embarcación a través del alcaide Ridwan y del propio emir. Francesc Amer y Bernat Cirera, colegas mallorquines presentes en Almería en septiembre de aquel año, trasladaban la expectación que había sobre la llegada de la embarcación. Era un asunto del que escuchaban hablar en sus paseos por la ciudad, y sobre el que eran directamente interpelados por los mercaderes nazaríes. A Francesc lo pararon en la plaza de la alcaicería para preguntarle, in lingua christianica –catalán, según aclara después Cirera–, si había salido ya la coca de Mallorca. Aquel mismo día, después de comer, en el trayecto de vuelta desde el puerto de Almería hasta su alhóndiga –la alhóndiga de los catalanes–, ambos escucharon a un grupo de personas hablando en árabe del tema, evidentemente preocupados.

La Alhambra. El orgullo de los nazaríes por José Miguel Puerta Vílchez (UGR)
Los nazaríes (1238-1492) devolverán a Granada su condición de capital de Estado, después de que lo hubiera sido por primera vez en el siglo XI, cuando fue gobernada por los reyes ziríes. Aunque el emirato nazarí, el último de al-Ándalus, tuvo una reducida geografía, fue uno de los de mayor duración de cuantos hubo en la península ibérica, y contó con empresas edilicias que a la postre tendrían enorme proyección histórica y cultural. El fundador de la dinastía, Muhammad ibn al-Ahmar (r. 1238-1273), señor de Arjona (Jaén), eligió para la sede de su nuevo Estado las construcciones castrenses que existían en el extremo occidental de la Sabika desde el siglo IX, época en que se las conocía ya con el nombre de al-Hamra’ (“la Roja”), y que fueron remozadas luego, sucesivamente, por ziríes, almorávides y almohades entre los siglos XI y XIII.

El medio rural andalusí y las redes de irrigación por Luis García Pulido (EEA-CSIC)
Al igual que en otras muchas regiones en el mundo islámico medieval, el agua en al-Ándalus tuvo un papel muy destacado. Diversos territorios de la península ibérica se caracterizan por la existencia de una extensa red hidrográfica, fruto de la interacción del clima mediterráneo con elevaciones del terreno que retienen y favorecen los aportes pluviales. El resultado es la aparición de multitud de arroyos temporales que aportan sus aguas a los cauces por los que discurren los ríos de los que se pudo captar sus aguas. Existen además acuíferos en los montes que generan manantiales y fuentes de diversa entidad, mientras que los que están situados bajo las hoyas y planicies pudieron ser alumbrados por medio de pozos y galerías drenantes. De este modo, muchos de los asentamientos andalusíes pudieron desarrollarse gracias a las posibilidades que ofrecían los recursos hídricos de su entorno.

El Generalife y las fincas de recreo en la Granada nazarí por Julio Navarro Palazón (EEA-CSIC)
En la Granada nazarí, al igual que sucedió en todo el Occidente islámico, fue una constante que las élites más acaudaladas tuvieran fincas que les proporcionaban notables ingresos económicos y un elevado reconocimiento social. Eran lugares bien cercados en los que convivían espacios productivos y zonas de recreo, con una residencia de dimensiones variables –según la categoría de sus dueños– a la que se retiraban durante temporadas para disfrutar de la tranquilidad del campo.

Los poetas de la Alhambra por Celia del Moral (UGR)
En el largo periodo de tiempo que abarca el emirato nazarí, podemos decir que la poesía reina en la Alhambra al igual que sus reyes o sultanes, lo cual tampoco es tan extraño si tenemos en cuenta que este reino es el último reducto de al-Ándalus y que ya desde el siglo IX hasta el XIII la poesía era un elemento habitual y cotidiano en las cortes andalusíes. Desde el califato omeya de Córdoba los poetas eran un elemento imprescindible en las cortes. Se les contrataba, en función de sus conocimientos y facultad de improvisación, como panegiristas a sueldo para amenizar las veladas y las fiestas de la corte, así como para actuar de cronistas en las campañas militares.

Dirección de Gustavo García Jiménez.

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