Siendo la fiesta de toros una parte concreta de la tradición de algunas sociedades actuales, y por tanto formando parte de su cultura o sus culturas, los agentes culturales correspondientes tienden mayoritariamente a distanciar el hecho taurino de sus competencias, de cara a su contexto de contemporaneidad. La discriminación se extiende habitualmente a muchas otras manifestaciones de la fiesta tradicional de las que se hace capítulo competencial aparte, por lo que las páginas que siguen son un ensayo, desde distintos ángulos, en busca de referentes de encuentro y desencuentro entre la cultura y los toros en España.
La razón principal de este género de reflexión es analizar por qué una sociedad que ha producido un tipo de espectáculo tan peculiar y complejo puede dejarse desposeer de él, estando vigente. Dejarse desposeer no sólo en términos materiales sino en clave de cultura patrimonial tangible e intangible. La sociedad española, que no está obligada por nada ni nadie a ser solidariamente taurófila, seguramente daría un paso atrás en su occidentalidad y otro en su europeísmo más reciente, mostrándose timorata o acomplejada ante análisis que proceden simplemente de otras perspectivas, ni mejores ni peores.
Los toros y la cultura comparten razones de índole patrimonial, artesana, comunicativa, social y también de construcción histórica de la modernidad. A ello cabe sumar, según quien haga la aproximación, que el toreo puede generar formas o instantes de creación, de emotividad estética. De una u otra forma, toros y cultura parecen constituir un algo, más o menos nuclear, de la realidad española. Sucede que esa parte de la realidad española, sustentada por dos siglos y medio al menos en una aceptación popular —no tan minoritaria como se quiere sancionar— en las sucesivas composiciones de estratos bajos y medios de la sociedad española, fue siendo apadrinada paulatinamente por los sectores más conservadores, principales interesados desde luego en su dimensión de negocio. En comprensible paralelo, el progresismo español fue estigmatizando la fiesta de toros como lógico y fácil contrario hasta llegar a una posición de cierta incongruencia.
Se enfocan a lo largo del ensayo el papel de los toros en la cultura material, como espectáculo y como generador de un patrimonio encabezado por los cosos taurinos, el conflicto inherente entre tradición y modernidad en períodos sucesivos de la historia española, así como la proyección de la tauromaquia como paradigma patrimonial. Lo completan una introspección en las características sociales del mundo de los toros y una visión del negocio taurino bajo criterios de economía de la cultura. Va acompañado de diversas tablas y gráficos y una bibliografía sucinta.