Hace quince años compré una carpeta roja donde guardé la copia de un incunable, tres artículos impresos, el capítulo de un libro, un puñado de apuntes y unas cuantas referencias bibliográficas. Debería haberlo rotulado con un Mujeres, tal y como ya había hecho con el cuaderno de campo donde decidí reagrupar mis datos dispersos sobre alquimia femenina. Sin embargo, mis dedos decidieron escribir dos palabras. Las dos palabras que, quince años después, se han transformado en el título de #elDécimo, el nuevo libro que estaba esperándome, diez años después de haber publicado mi último libro. Diez años en los que había perdido la ilusión por publicar. Diez años en los que, incluso, me olvidé de escribir. Evas Alquímicas es un viaje personal. El viaje a la que una vez fui, una joven historiadora que quería ser académica. Veinticinco años hace de aquello. Dos décadas y media en las que me he ido encontrando con mujeres a las que no presté la atención oportuna. Mujeres anónimas, silenciadas, escondidas en la soledad de sus vidas. Hace dos años toqué fondo. Me reconocí en esa tribu. Y decidí empezar a contar todas las historias que me había ido dejando por el camino. Historias de damas y cortesanas, de campesinas y rameras, de brujas y místicas, de princesas y aguadoras, de comadres y literatas. Unidas, todas, por un vínculo común: la alquimia, el arte del fuego, la virtud de renacer entre cenizas, la cocina como lugar de experimentación. La ciencia entre pucheros, que diría Juana de Asbaje.