Cien años después de su elección como diputado, Fernando de los Ríos es considerado hoy, desde la perspectiva de cualquier signo ideológico, como uno de los políticos más relevantes de la primera mitad del siglo XX español. Natural de Ronda pero formado en Córdoba y Madrid por las tesis krausistas e institucionistas de Francisco Giner, y después en Marburgo por la pedagogía social de Paul Natorp y el neokantismo de Hermann Cohen, en 1911 obtuvo la Cátedra de Derecho Político en Granada, ciudad donde dejaría una profunda huella y que le terminaría de convertir, según palabras de Francisco Ayala, en aquello para lo que había nacido: «un intelectual: un estudioso, un pensador, un profesor, un guía e incitador de conciencias. Un predicador laico». Emblema del progreso, la educación y la modernización de España, De los Ríos colaboró con el movimiento obrero, combatió el caciquismo, luchó contra la dictadura de Primo de Rivera y ocupó tres carteras ministeriales con el Gobierno de la República, donde desempeñó un papel relevante en problemas cruciales del momento histórico que le tocó vivir, como el desmantelamiento del Estat Català declarado por Francesc Macià. Máximo exponente de un socialismo humanista y reformista en el seno de la democracia liberal, Fernando de los Ríos puede considerarse el gran constitucionalista del periodo de entreguerras, quizá la figura que mejor alumbró y auspició el derecho constitucional del que hoy gozamos.