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Cultura, ciencia y sociabilidad en las Palmas de Gran Canaria en el siglo XIX

Cultura, ciencia y sociabilidad en las Palmas de Gran Canaria en el siglo XIX
el gabinete literario y el Museo Canario

  • ISBN: 9788494558757
  • Editorial: Mercurio Editorial
  • Lugar de la edición: Madrid. España
  • Encuadernación: Rústica
  • Medidas: 23 cm
  • Nº Pág.: 527
  • Idiomas: Español

Papel: Rústica
27,04 €
Sin Stock. Disponible en 7/10 días.

Resumen

La sociabilidad del XVIII, como actividad del hombre ilustrado, preocupado por el bien público, significaba la máxima expresión de civilización. Esta preocupación por la felicidad colectiva será la virtud que modela al hombre ciudadano, que se expresará con libertad creciente en academias e instituciones públicas. La patria se configurará como el espacio de proyección de ese bien común, concepto que surge en el siglo XVIII como consecuencia de la identificación de la comunidad con la misión social del ciudadano, y que irá más allá que la antigua obligación política del súbdito del Barroco, que asumía el servicio al rey como la defensa de la diversidad de naciones que constituía el legado patrimonial de la monarquía.
El sostén de esa preocupación colectiva será la burguesía, ahora empeñada en la configuración de agrupaciones con esa vocación última de servicio a la felicidad del público. Serán por tanto concebidas para el ejercicio de gustos y opiniones propias, donde se desarrolla una definitiva conciencia de individualidad, por encima de la antigua adscripción a modelos y estamentos. La tendencia de esas sociedades será a la igualación, y a la toma de decisiones con intervención de sus socios o miembros. Así surgirán cafés y clubes, en el ámbito de la esfera pública cuyo protagonismo en el proceso menciona Habermas, y, además, tertulias, academias y sociedades, creadas por sabios, aristócratas o comerciantes y alentadas por la Corona.
Las academias serán los centros que se crean y difunden por toda Europa durante el XVIII. Su misión será la extensión del saber y el desarrollo de una cultura erudita con una amplia referencia al mundo clásico. Habrá academias de índole literaria y artística, tal como las academias de bellas artes, algunas de las cuales recibirán en distintos países el patrocinio regio y la capacidad de controlar las artes y asumir el desarrollo de su docencia. En las academias literarias se hará una difusión del saber científico e histórico, sostenido también por las sociedades de ciencia, Antigüedades o geográficas que aparecen en Europa y que financiarán expediciones y viajes de investigación hacia otros lugares del globo, en un mundo cada vez menos incógnito.
La cultura se divulga a través de una inquietud libresca, que tendrá su proyección social en la creación de bibliotecas públicas, en muchas ocasiones con fondos procedentes de la exclaustración de conventos, donde se unía la aspiración al saber como vehículo de progreso con la misión de servicio a la comunidad. La expansión de la lectura se beneficiará por la aparición de una cultura de la opinión y el desarrollo de la prensa. La extensión del gusto artístico, vinculado a un conocimiento ortodoxo de cariz racional, pero también dependiente, según la estética de la época, de una capacidad de percepción individual anterior a la vigencia de los razonamientos aprendidos para el juicio de lo artístico y la captación de la belleza, hizo posible la apertura al gran público de la crítica artística. También con ello a la idea de divulgar la razón artística y desarrollar la sensibilidad mediante la exposición de bienes culturales en los Museos, ámbitos donde el destino de la exhibición de estas colecciones tenía por tanto un marcado carácter formativo y destinado a favorecer el progreso público.
En el XIX la cultura burguesa, extendida en las ciudades, y en especial en las pertenecientes a zonas del país donde se había experimentado cierto desarrollo económico basado en el comercio y en una incipiente industria, explicitará esta sociabilidad en determinadas entidades. Así, en los Liceos, Ateneos y Casinos la burguesía encontrará su propia dinámica mediante el espíritu de pertenencia y la toma de decisiones pretendidamente igualitaria de sus socios. Serán por tanto, espacios para la convivencia y el diálogo, fomentado por la libertad de sus miembros y la toma de decisiones mediante votación. La expresión del éxito personal, el fomento del trabajo, y la aparición de un excedente en el tiempo cotidiano que permite la actividad recreativa explica la aparición de este tipo de sociedades. Como se indica en el discurso de inauguración del Liceo de las Palmas, citado por María del Carmen Naranjo Santana, se trataba de promover un ideal individual completo del hombre "moral en sus costumbres y decoroso en sus palabras", de acuerdo con una idea de sociabilidad que se entendía consecuencia de la voluntad divina, y donde se promovía el desarrollo de la tolerancia, frente a la amenaza de demagogos y oligarcas. Precisamente uno de los pilares de esta visión del individuo estará depositada en la idea de formación y deleite, aquel que permite el ocio burgués, que en la ciudad tiene su lugar de esparcimiento en las plazas, parques y alamedas, y que tendrá una traslación lúdica en los teatros literarios y en los espectáculos musicales. Junto a estas actividades, algunas de estas sociedades tomarán para sí el fomento de la divulgación de los conocimientos humanísticos y científicos, especialmente con la difusión de las disciplinas y métodos experimentales; la identificación del progreso material con la felicidad humana se expresará en estas sociedades en el fomento de exposiciones y exhibiciones, donde los nuevos saberes y su aplicación tecnológica son presentados a la sociedad.
No es de extrañar que sea Canarias una región especialmente propicia para el desarrollo de esta sociabilidad burguesa. Su condición de paso obligado en el tráfico intercontinental propició la aparición desde finales del XVIII de una clase urbana acomodada, que recibe los rendimientos del comercio, la producción agrícola destinada a la exportación y en general, la posición de las islas como estación de servicios del tráfico marítimo.

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