"Las sociedades sí contienen #regularidades#, tal y como indica Popper; tradiciones que permiten la comunicación fluida entre los individuos. Esas tradiciones han de poder ser sometidas a crítica y, como tal, renovadas. La sociedad, en cuanto organización y aún como abstracción, ha de ser contemplada desde la persona; no puede admitirse que ésta sea #esclava de su propia cultura#. La presunta #convivencia entre diversas culturas# no puede darse cuando uno de los grupos es agresivo y aspira al exterminio o el dominio sobre los demás. Contra lo que se ha acostumbrado a los occidentales, a través de la literatura y el cine, las tribus no pueden #convivir# unas con otras; marcan sus territorios y tratan de exterminar a sus vecinos o esclavizarlos a su servicio. El caso paradigmático es la misteriosa Isla de Pasqua, con sus gigantescas esculturas, cuya autoría no podemos establecer, puesto que fue descubierta deshabitada. La hipótesis más verosímil es que dos tribus compitieron por el mismo territorio y ninguna se impuso, por lo que ambas se exterminaron. La convivencia puede darse entre individuos, no entre grupos; entre personas que acepten la pluralidad y el mestizaje, dentro de costumbres diversas, no agresivas. El crisol de diferentes aportes humanos sobre la existencia de una normas mínimas de convivencia que implican el respeto a los derechos personales de cada uno y a la dignidad de toda persona humana. Un grupo cerrado y agresivo es un riesgo cierto para la convivencia. No existe la posibilidad de que sociedades cerradas alumbren una sociedad abierta, ni que grupos que persiguen la pluralidad en su interior ofrezcan un panorama de pluralidad por la mera yuxtaposición de unos al lado de otros. Eso es una peligrosa quimera y veremos a lo largo del libro ejemplos de experiencias catastróficas.