Toledo como paisaje esencial. Pero no todos los pintores la han visto igual, a esta urbe de las mil caras.

El Greco fue el primero en contemplarla con ojos de pintor: bajo su mirada manierista Toledo se convierte en ciudad universal de cielos sembrados de presagios. Con Pérez Villaamil la ciudad revela su alma romántica.

Cambian las modas y los estilos y Toledo transforma su cara para responder a los nuevos gustos. La ciudad que la mirada escrutadora de Arredondo ha desbrozado, tiene la entoncación gris de la ceniza, hasta que Beruete descubre en ella los oros, los malvas, los verdes casi rojos.

Sorolla trae a Toledo un sol sin párpados, un sol ardiente que muerde inmisericorde puentes y murallas. Toledo se hace sentir fuertemenete en la pintura entre los dos siglos, cuando el redescubrimiento de El Greco atrae a nuestra ciudad a los mas destacados artistas españoles y extranjeros.

Regoyos, Zuloaga, Diego Rivera y Enrique Vera, entre otros muchos, enriquecen con sus pinceles el paisaje Toledano. Nuestro viaje continúa con Benjamín Palencia, con quien empiezan a definirse los nuevos lenguajes formales, para acabar, después de detenernos en algunas de las aportaciones más relevantes de la pintura de la segunda mitad del siglo XX, con el lirismo gestual de Rafael Canogar.