A menudo, el tráfago de los trabajos y los días no nos permite detenernos a contemplar las maravillas que se muestran en cualquier parte. Para ser poeta no hace falta domeñar el pincel o la pluma, basta con ser sensible a la belleza. Hay poesía en una hoja que se desliza lentamente de una rama al suelo, en los labios de dos enamorados y, desde luego, en las manos de los poetas y los escultores, que dan forma en el mundo a la obra de Dios. Merece la pena, por tanto, detenerse un instante a mirar lo que vemos y no atendemos. Detenerse mañana es tarde, mañana diremos que mañana para lo mismo responder al día siguiente.

En este libro, el autor propone un recorrido por diez esculturas del casco histórico de Toledo. Tiene la particularidad de que no hace una simple descripción artística, sino que en un lenguaje semiliterario también evoca las sensaciones que le producen la contemplación de las obras. A esto hay que añadir la aportación definitiva de los diez artistas, todos vivos y activos, que conocen mejor que nadie la intrahistoria de su creaciones.